
Entre los mayores reclamos turísticos de Menorca se encuentran, sin duda, sus playas y calas. Un Mediterráneo de aguas cristalinas rodea la isla y permite disfrutar de amplias superficies de arena y mar, de servicios pensados para toda la familia, pero también, de calas escondidas de más difícil acceso y rodeadas por un paisaje natural en estado puro.
Hay una gran diferencia entre las que podemos encontrar en la costa sur y las del norte de Menorca. Las primeras son de arena blanca, de aguas principalmente color turquesa y rodeadas de verdes pinares. Algunas totalmente salvajes, como las bellas Macarella y Macarelleta, Turqueta, Binidalí, Binigaus o cala Mitjana; otras más acondicionadas como las familiares Cala Galdana, Son Bou, Sto. Tomás o Cala en Porter.
La costa norte, por su parte, tiene una morfología marcada por el azote de la tramontana. Sus playas son de arena más gruesa y oscura, con una vegetación menos alta pero con una increíble riqueza natural gracias a formaciones rocosas de pizarra y arcilla roja. Allí, desconectar es un placer en zonas como cala Tortuga, cala Pilar, Pregonda, Binimel·la o Cavalleria. Si se buscan servicios, la mejor opción pasaría por Es Grau, Son Parc o S’Arenal den Castell.
Subirse a un barco y hacer parada en una recóndita cala. Abrir un libro y dejarse llevar por su plácida lectura. Poner banda sonora al momento tan sólo escuchando con atención el sonido de la propia naturaleza. Desconectar en una playa de Menorca no solo es posible, sino que es uno de las 10 razones por las que merece la pena visitar esta encantadora isla.
Foto: Fundació Destí Turisme de Menorca
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